Una de tantas despedidas...

Epiphany by Teresa Moore
Al fin estoy frente a ti, desnuda del cuerpo y del alma, en tierra de muertos en donde ya nada existe, donde se han perdido los pensamientos más puros y los pensamientos más pútridos, en donde el dolor ya no produce agonía, ¿dónde más hubiera yo podido encontrarte?
Tu sólo me miras sin decir nada, yo me trago el llanto y tu, las palabras. Me miras, me besas, me tocas pero no me amas. Yo cierro los ojos, respiro profundo, me rompo en un beso, me pierdo en tus ojos y tú, sin decir nada.
Pisoteando mi mente pasean ideas difusas que no tienen forma, ni voz, que ya no piden y ya no reclaman. Quisiera esfumarme, abrir las heridas y exprimirlas hasta desangrarme, hasta que ya no quede nada de ti en mi sangre, hasta que mi corazón deje de adorarte como el ignorante adora a su Dios, sin cuestionarle nada. Para después, estúpidamente, beberte de nuevo.
Me siento contenta y cansada de ti, cansada del alma. Recorren tu cuerpo miradas gastadas que gritan deseo, que hablan de un amor viejo que se muere y nace con cada mirada, que viene de muchas vidas y muertes atrás, que ni yo misma entiendo.
Hoy deseo meterme en ti y poder verte como eres en realidad aunque me duela. Así me voy perdiendo en las ideas que se van borrando mientras las olas tocan la arena, para como siempre hacerles el amor, aunque no lo quieran, dejando ese sabor de sudor y sal que hemos probado antes, rasguño tu espalda y entonces despierto, me mojo los labios, ya no estás tú, ni la sangre ni los cuervos.
Me levanto y regreso con quien sí me ama, con quien yo no amo. Y me convierto en ti y hago lo que haces, lastimo como lastimas.
Y sonrío mientras todo pasa, me dejo llevar y me convierto en aire por un segundo. Mientras, me fundo en la espera que no cesa, que ya no espera. Todo tiene sentido, todo soy yo, y el amor ya no suena a amor pues ya se ha ahogado en el sudor y se ha perdido en las miradas. Se murió en la sal de las lágrimas que guardaban la sin razón de lo que una vez fue y no volverá a ser, pues es algo más grande que no tiene palabra para ser descrito.
Y te escribo un te amo en una hoja vieja, lo lees en voz alta y tomas mis manos, me miras con ternura mientras yo me alimento de ti y de tu esencia, de tu alma vacía, de tus ideas, de ti.
Te levantas y te vas con el aire, como hojas de otoño y te miro para guardarte en mi mente, me grabo tus ojos, tus labios, tu voz… me iré con el viento, esta vez me iré yo, pero me llevo tus ojos, hoy te los quito porque te lo prometí, porque soy tu cuervo. Ponte a pensar de nuevo que harías si no pudieras ver… observa todo una última vez, respira profundo porque no volverás a ver ni al cielo ni a nada, ni al agua del mar y muchos menos mis lágrimas que por mucho tiempo te gritaron que te amaban de formas que no pueden decirse porque suenan a pecado.
Llegarás con la luna y te irás con el sol, después voy a buscarte yo. Para eso estamos hechos amor, para comernos los dos, para arrancarnos el alma y llenarnos de dolor…no te despidas sólo bésame amor, porque tus besos me matan y en vida, sin vida estoy. Ya no puedo amar, ni llorar, ni hablar ni soñar nada, más que el sueño que tú me has regalado y sueño con que puedas soñarme otra vez.
El cajón no se ha abierto y se va secando el corazón… y si supieras lo que digo, no estarías donde estás, lejos de mí y de los dos.
Pero quien no entiende una mirada amor, tampoco entenderá una larga explicación.